Recordamos en particular hoy los artículos 32 y 33 del Protocolo Adicional I a los Convenios de Ginebra de 12 de agosto de 1949 y el párrafo 2 del artículo 24 de la Convención Internacional para la protección de todas las personas contra las desapariciones forzadas, aprobada por la Asamblea General en su resolución 61/177, de 20 de diciembre de 2006. Recordando también la definición de derecho a la verdad establecida por la resolución 2005/66 de la Comisión de Derechos Humanos, las resoluciones posteriores sobre el tema en el ámbito del Consejo de Derechos Humanos, a saber 9/11, 12/12, 14/7 y 21/7, la resolución 68/165 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, y el mandato relativo al Relator Especial sobre la Promoción de la Verdad, la Justicia, la Reparación y las garantías de no repetición (Res 18/7).
Diversos sistemas internacionales de protección de derechos humanos, tanto en el ámbito de las Naciones Unidas como de las organizaciones regionales, han reconocido el derecho a la verdad como un derecho del cual son titulares las víctimas directas de los hechos así como la sociedad en su conjunto.
En ese sentido, creemos que es importante promover la memoria de las víctimas de violaciones masivas y sistemáticas de los derechos humanos y la importancia del derecho a la verdad y la justicia. Al mismo tiempo, es importante rendir tributo a quienes han dedicado su vida a la lucha por promover y proteger los derechos humanos de todos, y a quienes la han perdido en ese empeño.
Al respecto, no podemos dejar de recordar que la resolución 14/7 de 2010 reconoce los valores del salvadoreño Monseñor Oscar Arnulfo Romero y su dedicación al servicio de la humanidad, en el contexto de conflictos armados, como humanista consagrado a la defensa de los derechos humanos, la protección de vidas humanas y la promoción de la dignidad del ser humano, sus llamamientos constantes al diálogo y su oposición a toda forma de violencia para evitar el enfrentamiento armado, que en definitiva le costaron la vida el 24 de marzo de 1980.
El legado histórico que Monseñor Romero dejó a la humanidad, con humildad y sentido universal, en correspondencia con los derechos humanos, con la verdad y por la verdad, sus acciones son un ejemplo para todos.